martes, 3 de noviembre de 2009

Abismo.

I

-Ya sabes quién soy: Yeray, ¿te acuerdas?

-¡Pero claro! Se me pasaba por largo, es que has cambiado, ya no eres el mismo niño obeso que recuerdo; mírate, hasta en la cara se te ven los golpes de la vida, de los años que han pasado, ¡pero acércate, cuéntame!, ¿qué haces?, ¿a qué te dedicas?

-¿Que a qué me dedico? ¡Vaya si la respuesta es dolorosa! No soy más que un fracasado, no soy ni poco de todo lo que he soñado. Preferiría que tú mismo juzgaras por la pinta que traigo.

-Ah, mi antiguo compañero, perdona por haberme emocionado sin haber notado tu congoja, hasta en tu voz se siente la tristeza, y me aflige, me conmueve, porque recuerdo que siempre fuiste muy alegre. Te veo así, desconsolado, ¿algún mal de amor te ha llegado? Debe ser muy grande para tenerte destrozado.

-Precisamente, Gabriel, un mal de amor no correspondido, ¡una desdicha que me parte el alma! Y es que no logro comprender ¡por qué no he vivido en la ignorancia!

-Bebe otra copa, Yeray, por lo que me cuentas puedo deducir que has sido víctima de una infidelidad. Pero no te deprimas, mi hermano. Que mujeres sobran en el mundo.

-¡Pero si eres la misma porquería! Tan convencional como toda la podredumbre que habita este mundo…

II

Un fracasado, así se denominaba desde el principio, así se expresaba frente a su antiguo compañero y amigo de primaria, ese sujeto que había encontrado en un modesto bar hace apenas unos minutos.

Yeray era desde pequeño un niño muy tímido, pero alegre, muy alegre como todo niño puede llegar a serlo, sin preocupaciones verdaderamente importantes como las que hoy en día toda persona adulta tiene. ¿Qué podría preocuparle? Tal vez la tristeza de no tener tal o cual juguete, aquél o este otro dulce. Pero su niñez no importa mucho a detalle. Continuemos, en breve se expondrán algunos puntos.

En su vida se ha topado con distintas cosas que cualquiera pudo haber presenciado personalmente. Su padre se perdía en alcohol hasta terminar golpeando para sangrar a su madre o a su hermano. Estuvo a punto de ser secuestrado. Su primer encuentro sexual fue con su propio hermano. Durante la infancia incursionó en el mundo del ladronzuelo, robaba dinero, juguetes, dulces comida. Vivía bajo la fe católica que profesaban sus padres. Su primera pinta fue en sexto de primaria. En secundaria faltó a la escuela durante semanas e incluso robaba material de su taller de carpintería para luego venderlo en un mercado cerca de donde vivía. Su adolescencia se perdió a causa de una obsesión poco sana, tal vez una ceguera de “amor” por una niña durante más o menos cuatro años; sí, amor entre comillas porque no podemos describirlo de otra manera. Le gusta el rock porque necesitaba seguir alguna masa social y tal vez fue el único grupo donde se acopló. Antisocial desde que ha tenido que interactuar con otros, tal vez por el miedo a ser lastimado. Fue expulsado de la secundaria por haber robado. Perdió dos años de su vida trabajando sin disfrutar lo que hacía.

Es obvio que sólo se exponen cosas patéticas, pero no todo era tristeza, tenía felicidad en muchas ocasiones.

Entró a la preparatoria y había tenido que repetir un año. De alguna u otra manera ha salido adelante, y podemos decir en breves palabras que su pensamiento carece de fundamento. Es un ente amorfo, un personaje que puede encontrarse en cualquier parte. Fue asaltado más de una ocasión; golpeado por malvivientes que sólo deseaban joderlo, aquellos que sólo le partieron el labio dejando una cicatriz permanente que dañaría su autoestima increíblemente. Tiene muchas cicatrices en el cuerpo; quemaduras, raspones, cortes, golpes y demás.

Tal vez por ahora no se necesita saber nada más de él.

III

-He sido un imbécil creyendo que encontraría consuelo en un hombre como él, he desperdiciado su tiempo y le he ofendido sin que verdaderamente lo mereciera.

Recuerdo que éramos amigos muy unidos, pero seguramente la sociedad y el tiempo lo han transformado en esta plasticidad inservible, sin embargo, ¡qué se puede esperar! Si todo el mundo se aferra por recolectar mierda en sus cabezas, ¡si toda la humanidad está conforme con la mediocridad que posee!

Heme aquí, escupiendo tonterías, lanzando el mismo estiércol realista que nadie quiere ver, criticando la inmundicia sin siquiera conocerme. ¿Qué puedo decir de mí? ¡Lo mismo que le dije a Gabriel! Soy un fracaso, un iluso que deseaba cambiar al mundo con el poder de las palabras escritas. ¿Entonces soy un escritor? ¡Patrañas! Soy un farsante, soy un charco de vómito que sólo ha servido de burla, ¡soy un hipócrita inútil!

¿Cómo cambiar al mundo? ¿Cómo deshacerse de todas las injusticias que existen y que se ven a diario? ¡Matándolos a todos! Sí… destruyendo todo tipo de señal humana, porque, ¿qué sé yo de gobierno, de política, de administración, de todas esas cosas para crear una verdadera ciudad donde reine la paz y el amor al prójimo? No sé nada, no sé nada de mucho, o tal vez de todo, y no obstante quiero parecer un intelectual con deseos fraternales de bondad. Mierda.

-Señor, señor, ¿me regala una moneda?

-Hijo, no me queda dinero, pero te regalo mi chamarra, aunque tiene agujeros y está ya muy sucia creo que te servirá de algo.

-¿Pero por qué llora? No me la dé si no quiere, señor

-Tómala, niño, ¿cuántos años tienes? Como unos ocho, ¿verdad?

-No sé

-Bueno, no importa. Nunca te des por vencido, hijo, siempre sonríe.

-Gracias, señor…

-De cualquier manera no pensaba conservarla, y hubiese sido muy triste guardar algo que no voy a necesitar si… Fue bueno dárselo a ese niño, aunque me duele ver que no pude regalarle nada a sus hermanitos. Los veo desde lejos y noto que desean conseguir monedas de los teléfonos públicos, golpeándolos, moviéndolos desesperadamente para conseguir capital. Allá van los tres juntos; una niña y un niñito aún más pequeño siguiendo al hermano mayor, al que le di la chamarra; los tres llevando peluches en los brazos, el niño más pequeño anda sin zapatos, la niña carga una muñeca muy sucia. ¿Qué habrá pasado para que ahora tengan que mendigar, vagar sin destino buscando algo para comer? ¿Será que sus padres los golpeaban y tomaron la decisión de escapar? O tal vez algo peor… Es muy doloroso ver este tipo de cosas a diario, es que ¿de verdad no existe ese Dios del que tanto me hablaban cuando pequeño? Yo fui un afortunado, un dichoso que llevó una vida feliz, y heme aquí, desperdiciando el tiempo.

No puedo dejar de llorar, me duele el pecho inmensamente, y con esto recuerdo a una mujer ya mayor que vivía tirada en el suelo frente a la casa desde hace años:

Sí, del otro lado de la calle, esa señora en el suelo con mucha ropa encima, siempre deambulando en las noches, hablando de cosas que uno jamás comprendería si no fuera de la misma filosofía. Recuerdo unas palabras en particular: “He visto la vida correr bajo mis pies y no pude hacer nada por detenerla, porque a mí ya no me queda tiempo para amar y vivir feliz, porque todo lo que tenía lo perdí, porque la sociedad, o debería llamar suciedad, me la arrebató sin darme cuenta, poco a poco me convertí en mi propia destrucción, como les pasará a todos en cualquier momento, ¡No te detengas y cambia tu destino!”

¿Qué habrá sido de esa mujer? Siempre gritaba o susurraba así todo el tiempo.

Muy seguido era golpeada por chavos e incluso las novias de éstos participaban en las masacres. Es frustrante recordar que no hice nada para ayudarle, y es que hoy sus palabras tienen tanto sentido para mí, es frustrante recordar lo cobarde que he obrado, lo desgraciado y vil que he sido tan sólo por temer a la muerte, a pesar de que en estos días…

“¡Mátenme, desgraciados, que así los veré en el infierno!” De esta manera respondía cuando alguna o varias personas la amenazaban, golpeaban y humillaban por ser la persona más cuerda del universo, por no hacerle daño a nadie, por arrepentirse de haber existido en un lugar así, sin embargo ¿habrá un mundo mejor, un paraíso perdido?

“El mundo está lleno de basura, de parásitos e imbéciles que pierden el tiempo”. Evoco sus palabras, y tienen tanto sentido.

IV

Traer cuadros a su memoria siempre le ha parecido tormentoso, una de sus frases favoritas era: “Recordar es doloroso, porque sólo puedes recordar dos cosas, las buenas y las malas, y el simple hecho de recordar algo triste es doloroso, y cuando se recuerda algo alegre es doloroso porque no existe más que en una nube borrosa de lo que sucedió”.

Regresaba a su casa, ese modesto lugar: un cuarto de tres por tres metros, bastante amplio para alguien que vivía solo. Contaba con una pequeña mesa en un rincón, una silla, un colchón y mucha basura: hojas de papel llenas de palabras que él mismo hacía, esos escritos a los que nunca quiso denominarlos poesía, solía decir: “No soy escritor ni poeta, sólo un inútil e ingenuo optimista”.

Siempre contaba con quienes le admiraban, pero se aferraba a creer que sus trabajos eran basura. Hoy, finalmente ha decidido tomar una cuerda y hacer el nudo que separa a la vida del cuerpo. Se encuentra sentado, llorando en silencio. Cuelga la soga en aquel trozo de madera que sobresale en el techo.

Siempre visionario, en todo momento optimista, decía que podía cambiar al mundo y el mismo mundo le hizo perder la cabeza. Sonriente, amable, sencillo, mediocre…

V

-Ya no puedo soportarlo, no he encontrado consuelo ni con Gabriel, ni con ese antiguo amigo encontrado en un bar. Ha de tener la mente llena de porquerías que la televisión incrustó profundamente, o también puede estar llena de insignificancias culturales, de esas ridiculeces que los medios exponen como arte. ¿Qué estará pensando ahora? Seguramente me ha olvidado y está pensando como la mayoría de los hombres piensa, tonterías. Deprimente, frustrante, y lo peor es que no sólo los hombres tienen mierda en la cabeza, también las pláticas insensatas de las mujeres, la plasticidad que hay en ellas. Todo el mundo aferrado por conservar tonterías por pensamiento. Pocos son los cuerdos, pero a ésos nadie los escucha; ni cómo escucharlos pues están perdidos en la miseria, y si no tienes dinero, eres un mendigo, aberración e insignificancia.

No queda nada que verdaderamente valga la pena salvar en este mundo. He conocido personas que se creen intelectuales, he conocido personas que se creen humanistas, he conocido un mundo, un mundo donde la plasticidad y la mediocridad predominan, ¿o será que sólo he visto lo malo? De cualquier manera, nadie escucha mis palabras, y si pude haber cambiado al mundo, es seguro que hubiese recaído en la misma miseria. ¡De qué sirve esforzarse! Si nada tiene sentido.

¿Qué es lo que queda? ¡Que alguien me diga una sólo cosa por la que valga la pena vivir! No hay nada, ¿esperanza? ¡Bah!

VI

Se ha acabado.

08/octubre/2009

Martínez Vera Dionicio
etag_dio@hotmail.com