miércoles, 18 de febrero de 2009

Falla-Desperfecto.

Esas luces naranjas detrás de mí que danzan por el viento con una manera seductora para el ambiente, son ahogantes y deprimentes a pesar de lo cálidas y bellas que podrían ser para una noche tan hermosa de luna llena. Soñaba con esto, podría decir que incluso lograba palparlo, mas el destino a veces se mofa de nosotros. ¡Qué puedo hacer ahora!

Era domingo, y aunque no estaba todo hecho ya en ese momento, imaginaba alegremente los porvenires de aquella noche importante; cada palabra, cada gesto que compartíamos mutuamente, cada delicia, cada caricia y cada beso, cada una de estas cosas que sofocaban de alegría y pasión a mi ser imperfecto. ¿Será acaso que el planear las cosas de una manera detallada provoca decepción y desgracia por culpa de unos sueños irrealizables? O tal vez fuerzas superiores se engrandecen con mis desdichas. Puedo sonar un mártir, pero bien es conocido por el hombre que las catástrofes no perdonan a nadie, y por ello, desearía creer que hablar de estas injusticias sobrenaturales no sea mal visto o ignorado con desdén.

Ya caminábamos sobre media semana y seguramente pensé que los planes estaban desechos, pese a todo, el proyecto se mantenía en pie de una manera furtiva; fantasear aún podía sentirse mágico. Cualquier amigo, familiar o colega habría notado la ansiedad punzante que devoraba mi tranquilidad por aguardar ese día. Si no estaba preparado de manera exacta, al menos las ideas que deambulaban en mi mente ya se encontraban estables, visionadas y/o aprobadas. Hasta hoy, miércoles, pensaba en tocarte una canción que me gusta mucho, cuya letra mencionaré enseguida:

Qué difícil es decir algo que no sepas ya
Encontrar el verso que te haga estremecer
Como puedo describir lo que hay en mi corazón
Si no se cómo gritar que hay una estrella en mi interior
Que alimenta mi llama en la oscuridad
Ya no tengo miedo a caminar
Pues tu aliento me da vida
Tu sonrisa me ilumina
Eres paz en la tormenta
Y esperanza por el día
Alimentas mi deseo con el roce de tu piel
Y con mis labios, esta vez
Construyo en ti mi universo

Tiende tu mano otra vez
La cogeré allá donde estés
Pues pintando con luz mi soledad
Derramas tus colores en mi lienzo triste y gris
La mañana se oscurece con las sabanas vacías
Y la noche se marchita cuando no velas mi sueño
Que en el cielo, soy como lluvia que descansara en tu mar
Y en tu mar, una vez más, construiré mi universo
No hay adversidad que me pueda abatir
Ya puedo luchar, pues estas junto a mi

Ya tenía pensada la cena y el lugar: una modesta cabaña localizada a lado de un río bastante tranquilo y solitario, sin ese aparato idiotizador de masas que cada hogar tiene obligatoriamente cuyo nombre aborrecible conoce cualquier persona: televisión. Un tocadiscos estaba preparado, ese lugar donde te pondría música clásica, sofás maravillosamente cómodos, una mesa pequeña para dos personas, donde estaríamos tú y yo conversando mientras con un fino tenedor te alimentaba romántica y satisfactoriamente. Desde un día antes a ese sábado en que nos amaríamos, ya estaba adornado el lugar con flores, velas de aromas exquisitos, algunas lucecillas rojas y violetas, con un camino hecho de pétalos de rosas que indicaban el lugar de la mesa, globos en forma de corazones, lunas y estrellas, adornitos por demás innecesarios.

¡Estaba listo! Aunque el miércoles creía que no iba a poder convencerte de vernos para mis intenciones “romanticistas“, cuya acción se cumpliría en poco tiempo, este viernes me parecía inagotable, los minutos se pintaban casi imperecederos como mi voluntad para dejarme pensar que todo sería un fracaso.

Sábado; la comida en el horno esperando a servirse con tu llegada, música sonando apreciablemente, escasa obscuridad que invadía los derredores de la choza, esa iluminación permitida por la inmensa luna con albor agradable, quizá comparable con el máximos esplendor romántico. Mi latir exaltado deseaba el momento repentino de tu venida, la respiración parecía corriente imparable, el aire lo sentía incontenible en mis pulmones y aquellos segundos los percibía en el reloj de la pared como estancados o retrocedidos ilógicamente. Las flamitas de las velas bailaban graciosamente, los aromas en el cuarto seducían orgásmicamente y cuando apareciste al fin en la puerta, me incliné caballerosamente para presentarte el aposento, dichoso de presenciar nuestra velada; con una mano te entregaba un ramo de flores increíblemente bellas que había conseguido para satisfacer tu mirada y con la otra te invitaba a pasar y adentrarte en ese pequeño pero inmenso mundo que hallaría, mostraría y cumpliría deliciosos placeres. Lo notaba, tu semblante quedaba impresionado por todo; contemplabas los pétalos, ese caminito sedoso al tacto de tus pies, pues te había pedido la ausencia de zapatos y cualquier cosa que interfiriera con tu piel en esas extremidades. Tu nariz se excitaba y te deleitaba el cálido aire en el lugar provocado por el fuego. Llevabas una blusa escotada que hacía ver tus senos pequeños como volcanes abultados atractivamente, también una falda roja y muy suave cubría la mitad de tus piernas, tu rostro siempre tan hermoso no llevaba nada de maquillaje, y los aretes, esta vez, no formaban parte de tu arreglo; el cabello largo y negro que cubría tentadora y sugestivamente tus hombros estaba como cascada hasta el final de tu espalada, exactamente donde se formaban esas dos proporciones carnosas tan sensuales que movías coquetamente al andar. ¡Oh, radiante, maravillosa y angelical como siempre!

22:25 Hrs. Tu cuerpo se retorcía de placer. Hacía apenas un par de horas que te daba de comer; unos minutos después: el postre de fresas que te daba con mis dedos sin antes deslizarlas por tus labios que provocaban un deseo extraño de devorarlas hasta quizá llegar a mis dedos y arrancarlos. A las veintiún horas estabas vendada y te invitaba a jugar, aceptabas interesantemente desesperada y ansiosa por lo sucedido después de cada una de mis sorpresas que al parecer, te iban exaltando febril y fanáticamente. A las veintidós menos quince minutos tu cuerpo atado a una silla se convulsionaba por cosquillas en los pies, axilas y ombligo que hacía gracias a la pluma de paloma blanca que tenía en mis manos, y como estábamos lejos de la sociedad, tus risas imparables, también estruendosas, no preocupaban a nadie, podría decir que a mí me excitaban locamente, y aunque me pedías entre respiros forzados que te libere, parecías gustosa e indudablemente satisfecha. Diez minutos más tarde, por pensar que podrías morir de risa, me detenía para continuar con lo programado: era momento de invitarte a lo terminal. Te desataba y preguntabas lo que acontecía, y mi razón te contestaba: “no le quites lo emocionante”. Ahora tapaba tu boca con cinta adhesiva para evitar que hicieras ruido alguno y entonces con la misma cosa te unía a una “X” de madera, de tal forma que quedaste con extremidades abiertas. Temblabas, dudo que de miedo; éxtasis, así sonaría correcto. Gemías, y tus piernas sentían mis tijeras, parecías sollozar mientras cortaba tus prendas; ahora con la misma pluma de hace un rato, te brindaba encanto, y seguido de rasguños con esos afilados metales, tu piel sangraba mientras la apretaba cruel y fuertemente tirando de ella. A las 22:20 horas: mordiscos y latigazos entre muslos y sobre el vientre; parecías contraerte como gusano sobre ácido pero indudablemente por delicia placer y satisfacción.

Es preciso mencionar que a tu llegada las cosas fueron distintas; un baile para abrir el apetito, una breve presentación del espectáculo y una plática conmemorativa pero no muy extensa:

-Mi vida, no debiste preocuparte en hacer algo como esto, no puedo imaginar lo difícil que pudo ser para ti el preparar todo.

-En verdad bastante, pero eso no interesa al momento, la verdad es que es una promesa que te había hecho hace bastante tiempo.

-¿En verdad? Y la promesa es…

-Te dije que antes de cometer una desgracia o separarme de ti forzosamente, te brindaría el mejor momento de tu vida y que hasta la muerte estaríamos juntos.

-Oh, amor, eso suena tan horrible, pensar que te irás a vivir muy lejos por razones injustas es triste…

-Lo sé, y aunque es casi imposible evitarlo mientras viva, ya he pensado en muchas soluciones. Pero dejémonos de angustias y mejor comienzo con esto que gustosamente he ideado para ti; la entrada, por supuesto, será esta canción que tanto ensayé para ti…

En último lugar, es irónico pensar en los desperfectos, en las fallas a mi promesa, pues ahora que te estás quemando junto con la casucha de madera, me he dedicado a filosofar y recordar estas cosas. ¿Habría sido mejor no apuñalarte con las tijeras cuando te hacía el amor mientras te encontrabas atada indefensamente después del orgasmo mutuo que tuvimos, y que no prendiera fuego a todo el lugar? Probablemente las llamas a mi espalda que mencioné al principio, son necesarias para saber que después de todo, sí cometí una desgracia, y aunque sé que te di un buen día, dudo mucho que esta solución para no separarme de ti hubiese sido la que tú escogerías. En fin, es mejor levantarme de este tronco e ir a acompañarte para ya estar juntos por toda la eternidad, y que quede claro: aborrecería apartarme de ti aunque en este momento he tardado en ir a quemarme a tu lado.

(Y yendo lentamente, contento y campante, el narrador de esta historia se acercaba a la cabaña, habría su puerta y se dejaba morir dentro al derrumbarse toda después de cerrarla).







Sin más, lo escribí y pensé hace una semana. Espero puedan y quieran leerlo, así como me agradaría bastante un comentario sobre esto. Muchas gracias.

4 comentarios:

Pamela dijo...

Woow!

El amor que sigue durante y después de la muerte es orgásmico...

Me encanta lo que escribes niño gay!
Te quiero mucho, raro!!

Cuídate y sé feliz (:

A.Y.M.E.(the doll) dijo...

te amo!!!

jajaja y no puedes ganar en todo.

Anónimo dijo...

qué flojera

Anónimo dijo...

wow!!! sta gnial (falla desperfecto)
aunq no va muxo c/mi stilo m parc gnial lo q scribs